Llega a sus manos, querido lector, un nuevo número del Kuna Yargi. Queremos que este medio de comunicación anime en usted el deseo de trabajar por la creación de un mundo donde habite la justicia y la solidaridad. Este boletín estará dedicado a dos mártires muy significativos: Monseñor Romero, Arzobispo de San Salvador, y Héctor Gallego, sacerdote colombiano que trabajó en Santa Fe de Veraguas.
El pasado 24 de Marzo se celebró en la capital de El Salvador el 30 aniversario del martirio de Monseñor Oscar Arnulfo Romero (+1980). El pueblo recordó vivamente el testimonio de este obispo que denunció proféticamente la violencia institucionalizada y que defendió con su propia sangre la dignidad humana. Su mensaje estimuló a los que promovían en distintos movimientos políticos y eclesiales un cambio estructural en el país, y su voz traspasó las fronteras de esta pequeña nación centroamericana convirtiéndose en una figura emblemática de la defensa de la causa de los pobres.
Héctor Gallego, desaparecido el 9 de Junio de 1971, fue modelo de los sacerdotes que asumen con radicalidad la opción por los pobres. El trabajó en los campos de Santa Fe de Veraguas luchando contra las injusticias y los abusos de los terratenientes, organizando a los campesinos en cooperativas, llevando la Palabra de Dios a todas las comunidades, denunciando en los medios de comunicación las situaciones injustas.
En ambos mártires captamos a profundidad la compasión solidaria que también debe caracterizar nuestro caminar de Iglesia. Hoy, como kunas cristianos, necesitamos vivir con seriedad y con pasión nuestro compromiso de seguir a Jesús, defendiendo a nuestro pueblo hasta las últimas consecuencias.
Si queremos vivir un cristianismo adulto, si queremos tomar a Dios en serio, debemos abrir nuestra mente y nuestros sentidos a las realidades más crudas y dolorosas que afectan la vida de nuestra Comarca. Es en esas realidades, heridas abiertas y sangrantes, donde podemos descubrir la voluntad de Dios. Los mártires se conmovieron por la realidad de su pueblo pobre, explotado, perseguido. Ellos descubrieron en el sufrimiento de la gente al Cristo crucificado que sigue clamando por justicia. Ellos experimentaron la indignación de Dios en el Éxodo (cf Ex 3), prestaron atención al clamor de su pueblo y tomaron postura ante él. Imitaron a Jesús que se compadecía de las muchedumbres abandonadas (cf Mc 6, 34) y por eso su predicación se transformó en agua viva para calmar la sed de las víctimas.
Los mártires “no vendieron su alma al enemigo” dejándose llevar por la tentación de una vida cómoda, lejos de las preocupaciones de la gente. Ellos hicieron opción por los pobres, compartieron con ellos el miedo, la inseguridad de cada día y la muerte injusta. Sintieron hondamente las palabras de Yahveh en Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo” (cf 40,1). Ellos no hicieron pacto alguno con los enemigos del pueblo y, por eso, su memoria se mantiene viva, resucitada en el corazón de la gente.
Hermanos, hermanas, hoy, como pueblo indio estamos amenazados por todas partes: el olvido de nuestras tradiciones, el narcotráfico, las políticas estatales… toman cada día más fuerza. Manuel Smith nos decía hace algunos años que “es muy importante que tengamos los ojos muy abiertos porque a nuestra Madre Tierra la está rodeando una gran anguila, y si nos descuidamos el animal nos va a tragar; salvar a la Madre Tierra significa salvarnos como hombres, como pueblo. La gran anguila quiere robar nuestra tierra, así como sucedía con Ibeler; y bien sabemos que Bugasui la liquidó, pero se está cambiando de piel y no nos quiere dejar. Ante el animal tenemos que estar muy atentos” (Usdup, 1 al 4 de Agosto de 1985). Está en nuestras manos el salvarnos de todos los males que nos aquejan y sólo viviendo con autenticidad, sin dobleces, según las normas de Baba y de Nana podremos lograrlo. Los mártires nos dicen que es posible vivir así. Luchemos, pues, como ellos, por la vida plena de nuestras comunidades.
Caminos de inculturación en la Iglesia de Kuna Yala
El anuncio del Evangelio en Kuna Yala va configurándose con algunos rasgos peculiares que explicitamos en seis ejes principales que han centrado la reflexión de los misioneros católicos y las CEBs en los últimos años. Exponemos a continuación otro de los ejes que inspiran nuestro trabajo de Iglesia:
ACOMPAÑAMIENTO
PRESENTACIÓN:
El pueblo kuna, tras 500 años de opresión y resistencia, continúa sufriendo una situación de amenaza a su territorio, cultura e instituciones, y sigue gritando su derecho a ser pueblo con su propia identidad. A lo largo de esa historia, la Iglesia no estuvo exenta de culpa, pues fue incapaz de reconocer al pueblo como sujeto y, en alianza con los poderes del Estado, llevó a cabo una evangelización orientada, sirviéndose del cristianismo, a civilizar e integrar al kuna en la nación panameña.
El Vaticano II, Medellín y Puebla, los Encuentros de Pastoral Indígena, abren nuevos caminos hacia una nueva evangelización. En Kuna Yala formulamos así el criterio general de nuestro trabajo pastoral: “Reconocemos y asumimos que el pueblo kuna es sujeto de su historia, su religión, su cultura, su proyecto y sus procesos de liberación”. En consecuencia, nos proponemos como objetivo: “Acompañar el proceso de autodeterminación del pueblo kuna”.
San Pablo, en su primera carta a los Corintios desarrolla con verdadero entusiasmo su doctrina de la “encarnación sociológica” que late por todo el Nuevo testamento: hacerse libre con los libres, débil con los débiles, simple con los simples, no para participar de su debilidad, sino “a fin de ganar para Cristo el mayor número de personas”(cf 1 Cor 9,19s). Esta es la razón sustancial de nuestra presencia en Kuna Yala.
Entre los rasgos modélicos de la primera evangelización lascasiana de América se nos cuenta: “Otra actitud misionera de los primeros apóstoles de los indios de América fue la de hablar directamente con ellos, la de estar y sufrir con ellos y adaptarse a ellos. Al llegar a la Española, tuvieron que establecer su vida regulada de convento en un pajar, soportando las más elementales necesidades y disponiéndose de esta forma a compartir la vida de los indígenas, a los que deseaban ardientemente hacer partícipes de su fe cristiana” ( B. de las Casas. “Historia de las Indias” p. 133bs.).
En la medida en que la Iglesia se va haciendo kuna con su misterio de fe, va dando pasos desde el ser aliada a hacerse hermana, “de la misma tinaja”.
ILUMINACIÓN:
El pueblo kuna, desde su propia experiencia religiosa, se reconoce sujeto y dueño de su tierra, cultura, historia y de su proyecto futuro. Rechaza cualquier tipo de tutoría que lesione su protagonismo e identidad; pero acepta y reconoce la necesidad de aliados que colaboren para llevar adelante su proyecto. En el Baluwala (Historia de Liberación), Ibeler y sus hermanos luchan juntamente con sus aliados.
El Cacique Carlos López nos cuestionaba a los misioneros: “Hablo como dueño de esta tierra. ¿Por qué han venido a Kuna Yala? ¿Para engañarnos? ¿Para ayudarnos? ¿Para servirnos de río donde podamos descubrir nuestro rostro y amar así a nuestra Madre Tierra con más brío?”.
En la Biblia: Yavé es el Dios que se hace presente y acompaña a su pueblo, haciendo alianza con él y realizando con fidelidad su designio de salvación que corrige y purifica el proyecto del hombre.
En Jesús, Dios se revela como el “Dios con nosotros”, Enmanuel, se hace compañero y servidor para que todos tengan vida en abundancia. Es el Buen Samaritano que nos invita a hacer del amor al prójimo un instrumento eficaz de transformación histórica y liberadora.
Santo Domingo, n. 243, nos dice: “una meta de la evangelización inculturada será siempre la salvación y la liberación integral de un determinado pueblo o grupo humano que fortalezca su identidad y confíe en su futuro específico, contraponiéndose a los poderes de muerte”.
PROPUESTAS:
1. Apoyar la lucha del pueblo kuna por su autodeterminación (Demarcación, Anteproyecto de Ley, etc.).
2. Reconocer el Congreso General como autoridad máxima del pueblo kuna.
3. Asumir con seriedad la pastoral de acompañamiento al pueblo, llegando a compartir su estilo de vida, su dolor, sus luchas y esperanzas, si bien, a veces, éstas deberán ser corregidas y purificadas a fin de lograr proponer, con caridad y respeto a la libertad personal, el anuncio cristiano, el kerigma, contando con la ayuda de los propios cristianos kunas.
4. Hacer propia la perspectiva del pueblo en el análisis de la realidad, integrando en la evangelización su proyecto de vida purificándolo cuando esté en contraste con el Evangelio.
5. Lograr una presencia más estable de los misioneros y, en lo posible, una opción de por vida.
El presidente Ricardo Martinelli aseguró hoy que está dispuesto a hacer cambios en la ley de minería para facilitar inversiones de Corea, Estados Unidos y Canadá en Panamá, donde, dijo, existen “grandes oportunidades” para el desarrollo minero en los yacimientos de cobre que tiene el país.
“Nos decía el presidente de Corea del Sur [Lee Myung-Bak] que cambiemos la ley. Con mucho gusto, la cambiamos, quiero que el Gobierno coreano, con inversionistas canadienses, estadounidenses y de la bolsa de valores inviertan” en una empresa minera aquí, señaló Martinelli durante su intervención en un foro de empresarios. Martinelli subrayó que “en Panamá hay una gran oportunidad en minería”, al asegurar que la mina de Cerro Colorado, en la provincia de Chiriquí, “tiene reservas probadas más grandes que las de la mina del Teniente en Chile. Quién sabe si estamos sentados sobre los más mayores yacimientos de cobre después de los de Chile”, dijo.
El gobernante añadió que el país no se puede quedar postrado y perder esta “gran oportunidad” de inversiones que se puedan presentar en este sector. “En Panamá hay un futuro brillante en minería, y donde hay cobre, hay oro y hay plata”, recalcó Martinelli, quien puso como ejemplo una mina que abrirá en Panamá 2013 con una inversión de 4 mil millones de dólares.
COMUNICADO: MARTINELLI ESTÁ COMPROMETIENDO EL FUTURO DE PANAMÁ
El presidente de la República, Ricardo Martinelli afirmó en un foro internacional que está dispuesto a hacer cambios en el Código Minero vigente en el país, con el fin de facilitar inversiones de otros países en territorio panameño y por considerar que el territorio panameño tiene un gran futuro en este campo. Estas declaraciones generan preocupación e indignación entre las organizaciones ambientalistas, de derechos humanos y en las comunidades que se verán afectadas económica y socialmente. El desarrollo sostenible del país estará en alto riesgo debido a la intensiva y amplia explotación de la minería a cielo abierto que quiere promover el presidente desconociendo las reiteradas peticiones para una moratoria en la concesión de licencias de minería hasta no evaluar de forma adecuada su impacto.
Es desafortunado que el jefe de Estado ofrezca en venta al país al mejor postor, en detrimento de nuestro capital natural y humano, ya que los recursos naturales son el activo más valioso con que pueden contar las presentes y futuras generaciones. No se puede olvidar que el agua y la tierra son base de la vida y de una riqueza natural irremplazable, la cual el país puede inteligentemente aprovechar para promover un desarrollo sostenible y de largo plazo.
El presidente desconoce además la división de poderes, comprometiendo un cambio en la legislación que, en todo caso, no corresponde al Ejecutivo.
La alta agresividad para con el suelo y el agua que caracteriza a la práctica de explotación a cielo abierto (como en los casos de oro o del cobre) perjudica a poblaciones cuya sobrevivencia y calidad de vida depende de la salud de los ecosistemas, tanto dentro como fuera de las zonas de este tipo de explotación. Los impactos de esta actividad alcanzan finalmente a la agricultura, a la ganadería y al turismo por cientos de años y para miles de personas, debido al drenaje ácido, la contaminación por químicos y por el alto consumo del agua que esta actividad requiere.
Existen suficientes ejemplos en todo el mundo y aquí mismo en la región tropical de Latinoamérica y del Caribe en donde no existe ningún caso de explotación minera a cielo abierto en países tropicales como el nuestro en donde no haya habido graves efectos al ambiente e irreparables pérdidas económicas y sociales. No por pocas y ligeras razones la Presidente electa de Costa Rica, Laura Chinchilla, ha decidido establecer nuevamente una moratoria de esta actividad para proteger el ambiente y el futuro de su país.
Para los firmantes y para la gran mayoría de las panameñas y los panameños es inadmisible que se desconozca que los beneficios de la minería sólo son para unos pocos y por poco tiempo, y que los efectos dañinos de esta actividad pueden ser para siempre y para todo un país.
Instamos por tanto al actual gobierno a que recapacite y revierta la actual política de promoción del país a los explotadores de metales en particular por las graves consecuencias ambientales y sociales de esta práctica, consecuencias que al final lamentaremos como comunidad panameña y muy especialmente las futuras generaciones.
Ciudad de Panamá, 6 de abril de 2010
Firmantes:
ACD / Alianza para la Conservación y el Desarrollo; ANCON / Asociación Nacional para la Conservación y el Desarrollo; APTSO / Asociación Panameña de Turismo; CIAM / Centro de Incidencia Ambiental de Panamá; COLIBRÍ, Asociación Ecologista de Panamá; Fundación Albatros Media; Fundación AVIFAUNA; Human Rights Everywhere Panamá; Justicia, Paz e Integridad de la Creación- Misioneros Claretianos de Centroamérica; Manos & Cerebros, Acción y Opinión; Oilwatch Panamá; Panamá Profundo; Raúl Leis, como Secretario General CEAAL (Consejo de Educación de Adultos de América Latina) y Presidente de CEASPA (Centro de Estudios y Acción Social Panameño); Sociedad Audubon de Panamá; Voces Ecológicas.
Compartimos este espacio de diálogo con el Señor Jacinto Peña, campesino de Santiago de Veraguas, Panamá, que conoció directamente al sacerdote mártir Héctor Gallego. Jacinto fue, junto con el Padre Gallego y otros muchos laicos, uno de los principales gestores del cambio social de la zona. Damos la palabra a nuestro invitado.
Sr. Jacinto, ¿Cómo conoció al padre Héctor Gallego?
Bueno, yo soy del campo, soy agricultor. Nunca me interesó tanto la Iglesia, yo no soy de la gente que suele ir a la misa. Yo tuve noticias de que llegó un sacerdote a Santa Fe, pero no lo conocía aún. Un día me encuentro con él viniendo de mi casa a un trabajadero que tengo; él venía del pueblo en una mula hacia una comunidad central, donde nosotros nos reuníamos, llamada El Carmen. Yo venía caminando con un motete de caña cuando me encuentro con un hombre montado en una mula; digo un hombre porque en aquella época los sacerdotes usaban la sotana, pero él no. Nos topamos en el camino y cuando estábamos frente a frente me saludó: “Hola, ¿cómo estás?”; yo le dije: “Estoy bien”, y me extendió la mano. Cuando me extendió la mano ahí mismo se bajó de la mula y comenzó a preguntarme para donde iba. Yo le dije que iba para mi finca. Me dijo: “Mira, yo soy el sacerdote de aquí de Santa Fe ahora”. Yo le dije: “¿Usted es sacerdote?”, me dijo: “Sí, yo soy el sacerdote de aquí”. “A mí me admira que un sacerdote me salude a mí”, le dije. “¿Por qué, hombre, por qué? Los sacerdotes deben saludar”, me dijo. “Deben, pero los sacerdotes no saludan a los pobres”, le dije. Comienzo a picarlo y entonces él dice: “Mira, yo soy un sacerdote, pero bueno, vengo a hacer un trabajo con la gente de aquí, he decidido trabajar con los campesinos, voy a reunirme con la gente y quiero invitarte a una reunión. Yo dije: “Yo no tengo tiempo para asistir a reuniones, a mí el tiempo no me alcanza para trabajar”. Me dice: “Mira, esa gente ocupada es la que a mí me gusta, y a mí me gustaría que tú fueras a la reunión y escucharas un rato. Nosotros nos reunimos en la comunidad El Carmen todos los jueves”. “Ah, bueno, yo voy a pensarlo. Y voy a ver si el jueves yo le aparezco allá. Si le aparezco allá, es que he ido”, le dije. “Bueno, no te quito más tiempo, porque vas para el monte”, me dijo. Y se montó en la mula y se fue. Yo me vine pensando: “Un sacerdote me saluda de la mano, me aprieta la mano”. Los campesinos decimos que cuando alguien nos aprieta la mano es que es gente que tiene algo, es que es un hombre trabajador. Sembré mi semilla y no se me quitaba de la mente que el hombre me había invitado para la reunión del jueves. Y fui a la reunión. Ese fue el momento de conocernos. La reunión fue muy buena, en el sentido de que había preguntas muy contundentes; él no conversaba mucho, quería escucharnos. Yo era tímido en ese tiempo, pero era uno de los poquitos que me atrevía a hablar. Primero nos hablaba de la Biblia, nos hacía reflexionar sobre el texto que nos había leído. De ahí en adelante me comprometí a asistir a las reuniones. No sé que conoció en mi, él estuvo muy dedicado a darme seguimiento, no quería dejarme solo.
¿Con qué realidad social y eclesial se encontró Héctor en Santa Fe de Veraguas?
Cuando llega Héctor Gallego aquí se encuentra con una realidad crítica. La situación económica del campesino era bien difícil. Teníamos una marcada esclavitud, éramos atropellados por una dominación que ni nosotros mismos entendíamos, no la alcanzábamos a ver. Únicamente éramos serviles de la gente que tenía plata. Nos volcábamos a trabajarles por $0,50 por 10 horas trabajadas, sin contar el tiempo que nos tomaba llegar desde los lugares donde vivíamos a las fincas. Esa era la realidad del trato social. Lo más grave del asunto era que toda la gente era sumisa, no se atrevía a rebelarse, a desquitarse de los ricos. Yo pienso que cuando Héctor llegó eso vio en mi; yo ya no me quería dejar poner ese yugo. Yo me había escapado ya y, por eso, le decía a Héctor que yo no tenía tiempo, pues me había puesto en la mente saciar mis necesidades trabajando en mi finca, no trabajándole a otro. Soy el segundo de un grupo de nueve hermanos. Mi hermano mayor se había juntado con una mujer y yo me había quedado en la casa con todos los demás muchachos y muchachas. Yo comandaba ese grupo. Me había propuesto hacer mi finca; ya me había atrevido a desafiar y a pelear con patrones. Ya me estaba liberando. Creo que Héctor vio eso en mí. La situación de Santa Fe era compleja; aquí los ricos eran los que tenían el poder económico y político. Ésos se metían en la politiquería y compraban nuestro voto al precio que a ellos les daba la gana. El día de las votaciones traían a la gente de las comunidades pobres y los encerraban, no los dejaban salir. Cuando salían, ya salían con el voto compuesto para las elecciones. Era una situación bien crítica para nosotros los pobres.
Los sacerdotes en ese tiempo se quedaban en la casa de los ricos y eran conducidos en sus mulas a las comunidades. Los curas se sentían agradecido con los ricos y por eso respondían a sus políticas. No se preocupaban de la realidad del maltrato social hacia los campesinos. Ésta fue la diferencia que marcó Héctor aquí en Santa Fe. La Iglesia era una Iglesia de ritos; había solamente ceremonias, bautizos, confirmaciones. Teníamos el agravante de no tener sacerdote. Héctor llega aquí como el primer sacerdote para la parroquia San Pedro Apóstol. Los sacerdotes de San Francisco hacían su recorrido por aquí, pero no hacían ningún trabajo social de base. Nosotros de religión no sabíamos nada, no más lo que nos enseñaban nuestros abuelos, a rezar el padrenuestro, el avemaría.
¿Cómo trató de responder Héctor a esas realidades?
Héctor hizo un trabajo serio. Recorrió todo el distrito de Santa Fe en el poco tiempo que permaneció aquí. Comenzó a reunirse en cada comunidad, formó once comunidades centro, buscando para cada una de ellas personas para dirigirlas. En este equipo nos hizo analizar la palabra líder, jefe, y varios conceptos que hablan de personas sobresalientes en las comunidades. Nos dijo que los líderes son aquellos a quienes seguimos, pero que éstos en el camino se pueden cambiar… En conclusión llegamos a decir que como miembros activos de la comunidad nos debemos llamar “responsables”. Y llegamos a ser sesenta responsables de comunidades. En cada comunidad llegaban a haber hasta tres responsables. Teníamos cada semana una reunión dominical y una reunión de la comunidad en día de semana. Al fin de mes nos reuníamos los responsables en una convivencia que iniciaba desde el sábado en la mañana y que concluía el domingo con una misa a la que llegaba la gente de todas las comunidades. Los responsables traían todos los problemas de las comunidades para discutirlos y atacarlos con soluciones. Él nos ayudaba a través de las lecturas bíblicas a responder a esos problemas. Cuando regresábamos a las comunidades, en la reunión dominical discutíamos nuestros problemas a la luz de esas lecturas. Esto logró que el trabajo avanzara de forma tan rápida en el poco tiempo que estuvo Héctor aquí.
En una convivencia Héctor comenzó a decirnos que por qué nosotros no nos levantábamos y hacíamos un negocio. “Padre, pero nosotros no tenemos plata”, le dijimos. “Ya verán, ustedes van a tener plata”, nos decía. En otra convivencia llegamos a reunirnos cincuenta responsables y nos dijo que íbamos a comenzar un proceso. Se sacó un real de la bolsa del pantalón, lo tiró en medio del círculo que formábamos y nos dijo: “Con eso no más tenemos para cinco confites, somos cincuenta, imagínense ustedes que habría que partir cada confite en diez pedazos, ¿Qué gusto le daría a usted ese pedacito? ¿Qué creen ustedes que se debe hacer aquí? Un campesino dijo: “Bueno, yo voy a poner otro real”. “Ahora hay para diez confites, tocaría partir el confite en cinco pedacitos”, dijo Héctor. Se paró otro y dijo: “Yo pongo otro real”. Así hicimos la vaca de diez reales. Eran cincuenta confites y nos tocó uno a cada uno. Nos dijo Héctor: “Está bueno ese confite”. “Buenísimo, padre”, le respondimos. “Lo que están viendo es una forma de hacer cooperación para satisfacer una necesidad de nosotros, que teníamos ganas de confite. Así mismo podemos comenzar a hacer una cooperativa. No se necesita gran cantidad de plata sino que cada quien ponga su aporte”. Comenzamos con una tienda que tenía un saco de sal morena. Ese fue el mecanismo para comenzar la Cooperativa Esperanza de los Campesinos R/L. Yo fui el primer gerente de la cooperativa.
¿Cómo reaccionaron los ricos?
Los ricos no se dejaron esperar. Nos empezaron a llamar “los pobres con tienda”. “¿Quién ha visto un pobre con tienda?”, nos decían. Nosotros calmados, pero eso sí, aportando reales; y todos los grupos comprando sal. Los ricos provocaron nuestro rechazo hacia ellos mismos pues nos insultaban, nos regañaban. Algunos se asustaban de que el patrón les estuviera regañando, pero a otros nos daba coraje. Cuando íbamos llevando a la espalda los sacos para la cooperativa nos arriaban como caballos, nos trataban con malos dichos, nos insultaban al ir a su tienda, nos negaban sus préstamos.
La parroquia se convirtió en una parroquia conflictiva. Nosotros tomamos decisiones en áreas de conflictos. Éramos como el perrito tinaquero que se pone a reñirle a un doberman. Atacamos el voto compuesto que los ricos obtenían encerrando a la gente. Llegamos a un plebiscito aquí en Santa Fe de que este año (1968) no íbamos a ir a las elecciones, que no trajeran urnas, que no íbamos a apoyar a ningún partido político. Los ricos, Álvaro Bernaza y otros personajes de aquí violaron este acuerdo y empezaron a coger las coimas (sobornos) que daban los partidos políticos. Como en el pueblo no había luz eléctrica Álvaro Bernaza compró una planta eléctrica para el pueblo, disque para dar luz gratis a las casas. Un grupo de jóvenes que había formado Héctor decidió quemar a escondidas la planta eléctrica con leña y gasolina. Al día siguiente le echaron la culpa al padre, pero Héctor no estaba aquí, estaba en Santiago. Allá lo detuvieron y el obispo tuvo que interceder y buscar forma de sacarlo. Así comienza a haber asperezas. Los ricos decían que el padre era perverso, que era comunista, que había que sacarlo de aquí. Elevaron sus reclamos a nivel de gobierno, y en ese tiempo estaban mandando los militares recién instalados. Comenzaron las visitas del servicio de inteligencia, cargando a Héctor sobre la mira.
Un riquito, Asaúl Ruiz, dirigente del Partido Arnulfista, compró un terreno en Santa Fe. Este lote estaba al lado del terreno de una señora de la comunidad. El terreno estaba delimitado por un alambre de púas. El hombre tenía fuerza, consiguió una máquina y se puso a hacer un plan ahí en su terreno y se metió en el terreno de la señora, llegándole a raspar a la pared del rancho. Los activistas de aquí fuimos a la convivencia con Héctor y discutimos el problema. Decidimos pelear la tierra. Héctor tuvo que salir a visitar otra comunidad. Por la noche pusimos unos parales bien enterrados con cuatro hilos de alambre y dejamos bien dividido el terreno, siguiendo las señas las raíces de los árboles arrancados que servían de límite. Asaul Ruiz era familiar cercano del General Torrijos; tenía entronque allá arriba, en la jefatura. Al otro día la novedad era que el tipo puso una denuncia y nos llamaron a nosotros.
Fuimos, sin miedo, y yo hablé: “Mire capitán, se trata de esto: este señor compró un lote y mire, aquí están las raíces de los palos que él ha arrancado y que servían de raya. Nosotros hemos cercado y no hemos tomado ni una pulgada de más y eso se queda así, la comunidad responde por esta cerca, nosotros la pusimos porque queremos que se haga justicia. Le solicitamos a usted que se haga justicia”. El capitán les preguntó a los que venían como peritos de Asaul qué tenían que decir, pero se quedaron en silencio, no se atrevieron a responder. Como no se atrevieron a responder nada el capitán nos dio la razón; dijo que el sitio quedaba así como lo habíamos dejado. A Asaul eso le chocó; alguien le oyó decir “A ese curita hay que matarlo”. A los dos días Héctor regresó y, por la noche, quemaron el rancho donde vivía, con él adentro. Eso fue un día viernes.
Esa misma noche yo lo invito a que se vaya a mi rancho. Héctor se la pasa haciendo giras y poniendo la denuncia; le escribe al obispo contándole la situación. En la misa del domingo denunció lo sucedido y nos dijo que cualquier día lo podían hacer desaparecer, y nos aconsejó que si eso llegaba a suceder no lo teníamos que buscar, sino seguir luchando. Viajó a Panamá y allí lo entrevistaron el 5 de Junio (1971) en Radio Hogar (5 días antes de ser secuestrado); allí dijo que la situación en Santa Fe estaba caldeada, que el hombre ya está tomando conciencia colectiva. Héctor era un tipo que se movía mucho, era inquieto y había trabajado varias partes de la diócesis, en el mismo obispado, y estaba muy relacionado con Radio Veraguas y Radio Hogar. Nosotros montamos varios eventos con universitarios, parroquias, obreros y catequistas de la ciudad. Esto daba pista para que el ejército le hiciera seguimiento. Todo el trabajo que él hacía calentó su persecución. Nos acostumbramos a los interrogatorios del ejército. El 7 de Junio él regresó a Santa Fe a la comunidad de El Carmen donde se estaba dando un curso. Yo no sabía que él estaba allí. El día 7, dos tipos, Walker y Margallón, llegaron a mi casa buscando a Héctor. Mi mujer los atendió y les dijo que él no estaba, que se había ido a Panamá. Ellos le dijeron que alguien de la cooperativa les había contado que Héctor estaba en El Carmen y que iban para allá a “buscar naranjillas”; por cierto, las naranjillas no se dan por allá, pues no es tierra húmeda. El día 8 terminó el curso en la tarde, ese día por la noche llegó Héctor de sorpresa a mi casa, le dimos de cenar, tomamos café y hablamos. Como a eso de las 10:00 de la noche quiso irse a descansar. Preparé los catres y nos fuimos a dormir. Cuando ya estamos dormidos tocaron a la puerta y Héctor contestó, pues era el que estaba más cerca de la puerta. Cuando yo desperté Héctor ya estaba abriendo la puerta. Yo no salí, me quedé viendo a escondidas quiénes eran los que estaban hablando con él. Se identificaron, quizás mostrando un carnet, pues Héctor dijo “está bien, está bien”. Le dijeron a Héctor que su superior les había pedido llevarlo al cuartel. Héctor les dijo que estaba muy cansado y que iría al día siguiente a las 8:00 am al cuartel, que no era necesario irse ahora mismo. Le insisten en irse, y le dicen a Héctor algo en voz baja que yo no logré oír. Héctor le contestó que si eso era así él iría, pues no quería que se hiciese ningún daño a la gente que estaba aquí, que le permitiesen irse a vestir. Cuando él entra a la casa por la ropa yo salí, le hice señas y él me dijo que no saliera. Salió Héctor y escuché como un gemido y lo echaron al carro. Yo no pude aguantar más y salí al camino poniéndome frente al carro, pero las luces me encandilaron. Yo les grité ¿Por qué se llevan a este hombre así? Y se fueron. A esas horas nos movimos para sacar a Héctor de la cárcel, me fui para Santiago a avisar al obispo. Llegamos como a las 3:00 de la madrugada. El secretario nos recibió pues él no estaba, le llamó por teléfono, y el obispo dijo que llegaría como a las 6:00 de la mañana. Llegó un poco antes de las 6:00 y le conté todo lo sucedido. Nos alistamos para ir al cuartel. Cuando llegamos el obispo habló con el capitán Calvo pero éste le dijo que no tenían ninguna misión para Héctor Gallego, y que no lo habían mandado a buscar. Todavía estamos en espera de saber algo de él. Hay muchas especulaciones sobre lo que sucedió con él, pero lo cierto es que Héctor desapareció y que no lo vamos a encontrar.
¿Cómo se mantiene la memoria de Héctor aquí?
Todos los 9 de Junio la Cooperativa celebra la memoria de Héctor Gallego, recordando que él vive entre nosotros. Nos hemos quedado con esa tarea porque la Iglesia Católica está tratando de borrar su recuerdo. En estos cuarenta años no hemos tenido un solo sacerdote que haya querido apostar al movimiento de Héctor. Yo, como miembro activo del movimiento me he sentido decepcionado de la Iglesia. Yo no estoy en contra de la Iglesia sino en contra de aquellas personas que dentro de la Iglesia, en vez de hacerle beneficio a la Iglesia le hacen un daño a nuestra Iglesia, que es la Iglesia de Cristo. Creo que la Iglesia, en vez de dedicar tanto tiempo a santitos y santitas, debemos favorecer a los más desprotegidos. Mire, la provincia de Veraguas, que es una provincia muy productiva, es una de las que tiene mayor índice de analfabetismo, y estamos en el tercer lugar en el índice de desnutrición y de pobreza extrema. La Iglesia debe dedicarle más tiempo a la semejanza de Cristo, que somos nosotros.
Conociendo la especial sensibilidad y delicadeza de trato de Monseñor Romero y el círculo de relaciones eclesiales y sociales en que se movía antes de su “conversión”, no es demasiado atrevido imaginarse lo mucho que tuvieron que dolerle las críticas, los desplantes, los insultos incluso, de personas, familias e instituciones que antes consideraba sus amigos.
Replantearse a fondo el sentido de la tarea que le había sido encomendada, ser fiel a su obligación de pastor de una Iglesia formada mayoritariamente por un pueblo marginado y reprimido, le llevó —inevitablemente, desde la fidelidad al Evangelio y al pueblo salvadoreño— a una opción, fascinante y exigente, de la que nunca se arrepintió, pero que le condicionó y le costó la vida.
Como en el caso de Jesús de Nazaret, a quien siguió con ejemplar fidelidad, su muerte no fue una casualidad, ni un hecho aislado; sino más bien, dadas las circunstancias, la consecuencia lógica de tomar la cruz cada día, oponiéndose con la vida entera a los poderes de este mundo.
De sorpresa en sorpresa
Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue elegido Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977. En aquellos momentos, muchos se felicitaron por el nuevo poderoso aliado que les había salido para defender ideológicamente sus fraudulentos privilegios y para conseguir que el pueblo aceptase resignadamente, como voluntad de Dios, la triste situación que le había tocado vivir. Al mismo tiempo, los sectores más lúcidos y comprometidos de la Iglesia salvadoreña lamentaban este nombramiento, sintiéndolo como otra oportunidad perdida en la difícil tarea de ir forjando una Iglesia que estuviera al lado de los pobres, que defendiera, en nombre de Dios, la justicia y la vida para todos. Seguramente ni los unos ni los otros sospechaban que las cosas iban a cambiar tan rápida y tan profundamente.
Cuarenta días más tarde —cuaresma en que Dios va hablando al corazón en ese insólito desierto de la curia episcopal—, cuando todavía persistían las alegrías y las decepciones provocadas por la elección del nuevo Arzobispo, es asesinado Rutilio Grande, sacerdote jesuita, por su compromiso con el Evangelio y con el pueblo. Este acontecimiento puso implacablemente a Monseñor ante la realidad de injusticia y violencia que se vivía en la diócesis que le había sido encomendada. Fue como si de repente le hubieran arrancado el velo que le impedía ver lo que estaba sucediendo. Y su vida cambió. Para disgusto de los que antes se alegraban, para satisfacción de los que antes se lamentaban; y, sobre todo, para bien del pueblo oprimido y creyente de El Salvador.
Como buen pastor, comenzó a dar la vida por sus ovejas, sin escatimar esfuerzos, sin dejarse acobardar por nada, venciendo su propia timidez innata: organización, reuniones, análisis de la situación, disponibilidad, visitas... y, por encima de todo, su palabra, libre y valerosa, aportando esperanza y amor en medio de tanto sufrimiento. A los tres años, el imperio del mal, sintiéndose amenazado, acorralado por la voz de un hombre sin armas ni riquezas, decidió silenciar esa voz. Y lo hizo, siguiendo sus métodos habituales, por la violencia y la muerte. ¿Lo consiguió?
San Romero de América, pastor y mártir nuestro
Cuando Dom Pedro Casaldáliga recibió la noticia del asesinato-martirio de Monseñor Romero, expresó sus sentimientos en unos versos valientes, emocionados y emocionantes: San Romero de América, pastor y mártir.
Aunque también reflejan el dolor por la pasión y muerte del hermano en el episcopado, en la fidelidad al Reino, en la lucha por una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo, estos versos no son exactamente una elegía, ni se quedan en el lamento o en el elogio fúnebre: son más bien una exhortación a la esperanza y al compromiso, a recoger la antorcha y multiplicar la luz, a seguir unos pasos que con tanta nitidez y con tanta coherencia trazaron en Centroamérica el camino de Jesús.
Para muchos de los que vivimos intensamente —aun a pesar de las distancias— aquellos acontecimientos pascuales, el poema del obispo poeta de São Félix do Araguaia ha quedado indisolublemente unido al recuerdo del martirio de Monseñor. No sólo por su calidad literaria y por su fuerza evocadora, sino también, y sobre todo, por su valor testimonial, martirial.
Los textos entrecomillados que aparecen a continuación están tomados de dicho poema.
“...abandonado por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!”
Cuentan los que conocieron más de cerca aquellos conflictivos tiempos y circunstancias en que a Monseñor le tocó desempeñar su arzobispado, que la gran mayoría de los obispos salvadoreños le dieron la espalda, lo dejaron solo. Manifestaban así su desaprobación a las opciones y a los métodos que con tanta lucidez y con tanta carga evangélica se iban poniendo en práctica y, también, su rechazo al modelo de Iglesia que iba surgiendo y consolidándose: una Iglesia cercana al pueblo, que sentía como propios los problemas de la gente, incapaz de quedarse callada ante la injusticia y el crimen, que se tomaba en serio y en concreto el mandamiento del amor.
Aquel abandono por parte de aquellos que compartían con él —al menos presuntamente— el pastoreo de la Iglesia salvadoreña fue algo triste y doloroso, porque la conversión de Romero, que fue el motivo de esta soledad, no se debió a una radicalización ideológica, sino a una radicalización en la coherencia con el Evangelio de Jesús. Radicalización a la que todos los cristianos, también los obispos, estamos llamados.
Pero esta soledad eclesial se vio en parte mitigada por la cercanía y el aliento que, desde toda Latinoamérica y desde los cuatro puntos cardinales, le llegaban de obispos y teólogos que se sentían identificados con su causa y fortalecidos en la fe por sus famosas y populares homilías.
Pienso que en nuestros días, 30 años después, Monseñor se sentiría aún más solo en medio de los obispos. Ojalá me equivoque, pero me parece que, a medida que pasan los años, cada vez es más difícil encontrar obispos que sigan en su línea. ¿Será que la realidad actual de nuestros pueblos ya no pide conversión? ¿Será que para el trabajo espiritual no interesa ver esa realidad? ¿Será que, como dice un prestigioso teólogo, actualmente el Vaticano nombra obispos contra el Evangelio?
“Tu pobrería sí te acompañaba”
Pero Monseñor realmente no estaba solo. Su despacho era un bullir constante de gente de toda clase, creencia y condición. En sus visitas a los pueblos y a los cantones, la admiración y el cariño de la gente, que lo sentían suyo y cercano, se desbordaba en multitud de manifestaciones que lo llenaban de satisfacción. Y en el mundo entero, dentro y fuera de Latinoamérica, desde universidades hasta humildes parroquias rurales, millares de corazones vibraban con sus hechos y sus palabras.
Sus ovejas reconocían su voz y lo seguían, sintiéndose seguras, protegidas y bien guiadas hacia pastos de vida para todos y para siempre. También ovejas de otros rediles que, por su medio, se iban acercando al único rebaño y al único pastor. ¿Qué mejor compañía para un pastor dispuesto a dar la vida por sus ovejas? ¿Qué mejor medicina contra la soledad, antes y después de la muerte, de un creyente que había dicho si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño?
“América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini”
En el lenguaje eclesiástico, poner a alguien en la gloria de Bernini equivale a canonizarlo, a declararle oficialmente santo, expresándolo simbólicamente con la colocación de su imagen en la basílica vaticana. No es raro, en la historia de la Iglesia, que el pueblo se haya adelantado al reconocimiento oficial, venerando como santos a personas que aún no han sido canónicamente declaradas como tales. Casaldáliga afirma en su poema que esto es lo que ha hecho con Monseñor Romero el pueblo latinoamericano. Pero parece que la declaración oficial está tardando demasiado —¡han pasado ya 30 años!—, sobre todo si se compara con la celeridad con que han sido procesadas otras causas de canonización en este mismo periodo de tiempo.
En 1983 la comisión mixta Iglesia-Gobierno que preparaba la visita papal a El Salvador prohibió unos carteles en los que Romero aparecía fotografiado junto a Juan Pablo II. ¿Tan molesto seguía resultando su recuerdo tres años después de su muerte? ¿Tan incómodos o tan inoportunos se consideran su vida, su conversión y su testimonio martirial 30 años más tarde? ¿Habrá que seguir dando la preferencia a varones y mujeres cuya santidad reconocida oficialmente no perturbe el tranquilo funcionamiento del sistema?
Tampoco en esta pobre gloria de Bernini latinoamericana, “¡en el ara segura del corazón insomne de sus hijos!”, Monseñor está solo: lo acompañan una multitud ingente de testigos —religiosas, sacerdotes, catequistas, amas de casa, teólogos, delegados de la Palabra, profesores...— que dieron su vida con una generosidad y una valentía ejemplares; y que ciertos sectores de la Iglesia se empeñan tozudamente en ignorar. ¿Cómo entender la Iglesia latinoamericana del último tercio del siglo XX sin sus mártires? ¿Cómo no ver, desde la fe, en tanta sangre derramada, semillas de vida pascual?
“Estamos otra vez en pie de testimonio”
Para los cristianos conscientes no hay demasiados motivos para el optimismo y la ilusión en estos comienzos del siglo XXI, con una Iglesia más preocupada por defenderse de las acusaciones que le llegan, que por la fidelidad al Evangelio de Jesús y su inculturación en nuestros pueblos y en nuestros días. Sin embargo, con Monseñor Romero, repetimos que los cristianos no creemos en la muerte, sino en la resurrección; y creemos, contra toda esperanza, que el Espíritu sigue renovando la faz de la tierra por caminos insospechados.
Que, en vez de colaborar con nuestro silencio cómplice a acallar la voz de Romero, nuestras actitudes y nuestra vida ayuden a que sea más verdad cada día el último verso del poema de Casaldáliga: “¡Nadie hará callar tu última homilía!”.
“DONDE HAY CONFLICTOS ARMADOS SE AFECTAN A LOS PUEBLOS INDÍGENAS”
Por Servimedia, 7 de Mayo 2010.
ONU: El relator de Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas, James Anaya, afirmó ayer que “donde hay conflictos armados están afectados los pueblos indígenas en casi todas las instancias” y señaló que otra característica que afecta a estos colectivos es la expropiación de tierras.
En declaraciones a Servimedia, Anaya, coautor del libro “Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Hacia un mundo intercultural y sostenible”, que se presenta esta tarde en la Casa de América de Madrid, mencionó a Bangladesh y a Colombia como dos de los países donde los conflictos armados perjudican a los indígenas.
Anaya señaló que la población indígena en todo el mundo está en torno a los 400 millones de personas, pero precisó que la cifra es difícil de precisar porque depende de “la autoidentificación” y de lo que se entiende con el concepto de indígena.
Además, apuntó que “los patrones históricos de exclusión, las invasiones del territorio, el desalojo y que no tengan acceso a su subsistencia” están detrás del hecho de que los indígenas constituyan un 5% de la población mundial, pero un 15% de los pobres del mundo y la tercera parte de los indigentes de las zonas rurales.
Anaya subrayó que las principales violaciones de los derechos humanos que sufren los pueblos indígenas están relacionadas con “la falta de participación adecuada en las decisiones que les afectan, en cuanto a programas de desarrollo, recursos naturales, la educación, la administración de poderes estatales…”.
“Por ejemplo, en muchos lugares hay concesiones mineras, petroleras y de otro tipo de recursos naturales concebidas en territorios indígenas sin una adecuada consulta y, a veces, sin ninguna consulta”, añadió.
A pesar de que “la situación en general de los pueblos indígenas sigue siendo bastante preocupante”, Anaya apuntó que la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada en 2007, ha propiciado cambios legislativos en el sentido de “un mayor reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, de su libre determinación, de mantener por sí mismos sus culturas y sus tierras”.
TRAS PROTESTA DE POBLADORES SUSPENDEN PROYECTO MINERO TÍA MARÍA
Servindi, 5 de Mayo de 2010.
PERÚ: Tras una protesta de los pobladores de la provincia de Islay (Arequipa), el Ministerio de Energía y Minas (MEM) emitió una resolución directoral ordenando a la empresa Southern Perú Copper Corporation suspender las realizar actividades del proyecto minero Tía María. Esta decisión fue tomada a través del titular de la Dirección General de Asuntos Ambientales Mineros (DGAAM), Felipe Ramírez Delpino, y señala también que si la compañía no cumple se declarará improcedente la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que presentó. Así mismo, el ministerio remitió la RD 153-2010-MEM/AAM al Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (OSINERGMIN) para que pueda cumplir a cabalidad dicha ordenanza.
La DGAAM es la encargada de dirigir los compromisos ambientales que asumen las empresas mineras con las poblaciones involucradas en su accionar, considerados en sus estudios ambientales, así como informar, opinar y expedir resoluciones directorales en el ámbito de su competencia. Cabe mencionar que la orden de suspensión debió emitirse con anterioridad, pues, tras el paro indefinido en la provincia de Islay, en abril, se acordó que la minera suspendería toda actividad relacionada con Tía María. Sin embargo, algunos dirigentes locales denunciaron que sus funcionarios insistieron en destacar las bondades del proyecto ante los medios de comunicación.
De otro lado, los dirigentes del distrito de Cocachacra, provincia de Islay, anunciaron que analizarán la participación asignada por el Ejecutivo al Ministerio del Medio Ambiente (MINAM) en la mesa técnica sobre el proyecto minero Tía María. El presidente del Comité de Lucha del distrito de Cocachacra, Julio Gutiérrez, dio a conocer que el referido espacio de diálogo ya no contará con 14 participantes sino 11. De éstos, 5 representarán a la sociedad civil y similar número a la minera Southern Perú Copper Corporation (SPCC). Además, se decidió reducir a uno la cantidad de representantes del MINAM, aunque igual dicho portafolio tendrá la responsabilidad de presidir la mesa. En ese sentido, el dirigente señaló que hoy discutirán el tema con el Gobierno Regional de Arequipa (GRA), tomando en cuenta que en una sesión previa se acordó que el MINAM fungiría de árbitro.