Por Freddy Ramírez, cmf.
El día 5 de Abril partió a Olonega el P. Ibelele. Sus restos fueron sepultados en Gardi Sugdup. Gardi Sugdup fue el pueblo natal de Ibelele. Allí trabajó como sacerdote, dio clases como maestro y fue, también, argar en la Casa del Congreso. La despedida a este hermano tenía que demostrar el cariño y admiración que sentían por él. Mucha gente lo conoció, fueron sus alumnos, o celebraron su fe con él en la comunidad cristiana. Sus familiares y todo el pueblo ya habían hecho preparativos para este día: hablaron con los superiores de la congregación claretiana para coordinar todo lo relativo al último adiós de su hermano.
Pasadas las tres de la tarde del día 7 de Abril, se realizó un respetuoso recibimiento en el muelle por parte las autoridades del pueblo, los familiares, las mujeres de la Iglesia, y los alumnos de la escuela donde él trabajó. Trasladaron el ataúd al Congreso. El humo del cacao perfumaba el ambiente y nos recordaba la presencia de Baba. La Casa se hizo pequeña con tanta gente. Al comienzo del acto oficial el P. Rodolfo, provincial de los claretianos, hizo entrega del cuerpo del P. Ibelele al saila de la comunidad, agradeciendo el don de su vida al servicio del Reino de Dios. Las autoridades, a su vez, agradecieron el gesto y asumieron los actos sucesivos del funeral.
Por la noche llegaron muchas personas de otros pueblos vecinos donde trabajó Ibelele. Muchos le dirigieron su palabra dándole gracias, diciéndole adiós, entregando ofrendas florales y manifestando su deseo de que los jóvenes sigan su ejemplo de amor a Dios y al pueblo. Una pancarta cerca del ataúd recordaba unas palabras del mismo Ibelele, que confirman este buen ejemplo de vida: “La reconstrucción de la cultura kuna depende mucho de los mismos nativos”.
El día 8 fue declarado de luto en el pueblo. Se declaró el cierre de todas las instituciones y comercio en general. Durante la mañana continuaron las palabras de despedida. Cerca del mediodía el P. Rodolfo presidió la Eucaristía final, acompañado de los presbíteros kunas y los claretianos. Después de la misa, nos dirigimos a tierra firme, donde sería sepultado el P. Ibelele, según las costumbres kunas. Aquí los claretianos dirigimos también nuestro adiós al primer claretiano sacerdote kuna. Concluidos los ritos, retornamos a la isla, donde compartimos con la gente, agradecidos por las buenas atenciones y los gestos de cariño hacia nuestro hermano.
Ibelele, muchas gracias por el testimonio de tu vida; tu pueblo y tu comunidad claretiana no te olvidaremos.
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