sábado, 30 de octubre de 2010

ENTREVISTA CON NUESTROS AMIGOS




En este espacio de la entrevista con nuestros amigos conversamos con el señor Blas Quintero. Él es antropólogo y trabaja en la Acción Cultural Ngöbe (ACUN); también es asesor de la Coordinadora Nacional de Pastoral Indígena de Panamá (CoNaPI). El tema que tratamos: la resistencia de los indígenas ngöbes ante las diversas amenazas a su existencia como pueblo. Damos la palabra a nuestro invitado…

Blas, ¿cómo ves el panorama de tolerancia y de respeto hacia las culturas indígenas en la sociedad panameña?

Cuando se habla de este tema a uno le causa cierta indignación por la ignorancia atrevida de la gente que quiere cifrar el momento actual como si no hubiese ocurrido nada en la historia. La gente dice cosas casi inconscientemente, sin saber que sus afirmaciones tienen una carga de representaciones sociales negativas referidas a los pueblos indígenas, del porqué están hoy como están. Se suele señalar que los mayores índices de pobreza están en los pueblos indígenas “porque ellos se lo buscan”, “porque se cierran al desarrollo”, “porque son ignorantes”… Se repiten todas esas etiquetas, esquemas y representaciones sociales de lo negativo de los indios porque lo diferente es visto como amenaza. La diferencia no es vista como una potencialidad, ni como una riqueza. Sin embargo, decimos que en los mares de Panamá hay un sinfín de especies, en los bosques una gran variedad de insectos, y que esa diversidad es el atractivo de los biólogos que vienen aquí. Entonces hay una contradicción en el mismo discurso: para unas cosas la variedad sí es una riqueza, pero en el contexto humano no; agarramos a los negros, a los chinos, a los indios y a los campesinos y los echamos en un saco sin ver sus valores. En  nuestro lenguaje hay una carga muy negativa de ignorancia pues repetimos estas cosas respecto de los pueblos indígenas sin saber que son verdaderos monumentos de resistencia y de resiliencia; la resiliencia es la capacidad que tiene un ser humano de sobrevivir contra todas las posibilidades.

¿Qué adversidades ha tenido que superar el pueblo ngöbe?

El pueblo ngöbe ha tenido que enfrentar el desmembramiento de las instituciones en donde estaba asentado. La gente tuvo que huir de sus lugares históricos. Los buglés vivían donde ahora es Veraguas, Santiago, Santa Fe, Calobre, Cañazas, Soná, La Mesa. Tuvieron que huir de las invasiones hacia la montaña y meterse en la selva de Calovébora. Los ngöbes se metieron en la parte alta de la selva, sobre todo en Bocas del Toro, a los márgenes del río Cricamola. El abandono de sus tierras, de sus contextos geográficos, la población diezmada por las enfermedades y los combates configuraron un verdadero martirio. También hubo secuestros de gente para venderlos como esclavos y saqueo de sus riquezas. Ha sido una historia dura.

¿Qué personajes se destacan en las luchas de este pueblo?

Entre los ngöbes hay un líder por excelencia, cuyo rostro aparece en el centavo de nuestra moneda: Urracá (siglo XVI). Su verdadero nombre es Uibaröga. Era originario de las montañas de Veraguas. Fue engañado con la idea de firmar la paz en el pueblo de Natá y lo apresaron para deportarlo a otro país y así dejara de molestar. Él logró escaparse en Portobelo y regresó para combatir con los españoles por más de una década, junto con los líderes indígenas de Veraguas. Se movilizaba por la cordillera, en lo que hoy es Buobitdi, capital de la Comarca Ngöbe Buglé, un sitio casi inaccesible. No lo pudieron volver a atrapar. Hoy este sitio es capital de la Comarca en memoria de los combatientes que entrenaban allí para la guerra.

Hay otros personajes importantes como Mama Metdo, del clan de los Metdobo; de él descienden los Montezuma actuales que están en la Comarca. También sobresalen héroes como Mironomo, Durin Krüna, Samin Kebedo, Jirondai, y grupos como los Rarabu, los Kikribo y los Molena. Casi todos ellos chamanes, defensores del pueblo.

¿Qué elementos permitieron a los ngöbe resistir no sólo física sino, también, culturalmente?

La respuesta es compleja. Yo creo que esta gente ha sobrevivido por el tipo de organización social y económica. El concepto de comunidad no se asienta únicamente sobre lo que se tiene; lo que en realidad dinamizan las acciones y las redes humanas es lo que falta, lo ausente, lo que te une a otros para lograr algo. Por ejemplo: si necesito medicinas tengo que acudir a otro para curarme, sea al curandero o al médico. Si necesito construir mi casa, tengo que acudir al que sabe construir casas, porque no soy un sabelotodo. Por tanto, las carencias activan las relaciones comunitarias y parece que eso en una comunidad indígena es lo que permite la interacción. Por eso para la gente ngöbe la relación entre grupos es muy importante.

Entre los ngöbes la categoría de matrimonio no tiene exclusivamente una carga afectiva, no es sólo un asunto de amor, sino eminentemente un asunto económico. Hasta hace poco, unos cuarenta o cincuenta años atrás, los padres eran quienes contrataban los matrimonios. Se trata de relaciones matrimoniales de grupo o matrimonios en doble vía, denominados gure jutre. Si se veía necesario fortalecer el vínculo entre dos grupos familiares, por ejemplo los Tubrí con los Side (de distintas comunidades), los mayores de edad buscan los consortes adecuados en cada grupo, recíprocamente. Este tipo de relación simétrica entre dos grupos familiares permitía además el poder utilizar bienes de allá y bienes de acá, entablándose una relación económica. Seguramente esa estrategia de organización social ayudó mucho para la cuestión de la sobrevivencia.

También hay otra institución de gran potencial ético entre los ngöbes que se llama juritde. Se trata del derecho de pedir y de la obligación de dar. Si yo tengo contigo un vínculo familiar, ritual o de amistad y he caído en desgracia (por ejemplo, mi siembra o mi casa se quemó) entonces yo, sin ningún tipo de vergüenza porque no voy a mendigar o suplicar, voy dignamente y te digo tiyi juritde, “he venido a pedirte”. Y tú no puedes decirme que no; éticamente está prohibido decir que no. Entonces puedo cosechar dos quintales de ñame de tu finca para mi familia, que servirá de alimento para una semana. Este tipo de relación contra los riesgos, contra las desgracias, permitió la sobrevivencia de la gente. Panamá es actualmente un país capitalista, donde la acumulación individual es una cuestión bien vista; aquí se piensa que cuanto más tienes mejor eres. Si te fijas en los índices de desarrollo humano que hizo el PNUD, los distritos con mayor desigualdad no son los indígenas. La economía doméstica ngöbe ha impedido que unos se abalancen contra otros en la lucha por los bienes y, más bien, se ha preocupado por fortalecer las relaciones familiares.

Hay otros mandatos que son sellados por medio de rituales. Si hay algo que fija identidad en los pueblos indígenas son los rituales. El símbolo fija valores; los símbolos pueden ser palabras, gestos, personas, juegos, etc. En el pueblo ngöbe hay un ritual económico denominado döñai jabuga, “beber chicha y servirle al otro”. Yo voy a trabajar contigo y luego tú me das para que yo lleve a mi casa. Esto crea una relación de fraternidad.

Otro ritual se llama etdabali. Consiste en un juego en el que se lanzan palos de balsa contra las pantorrillas del otro y ver al final quién es más rápido y fuerte. El que reta va acompañado de un gran número de personas. Se pasan dos días comiendo, bebiendo y jugando. Cuando termina el ritual el que recibió debe dar comida a la gente para llevar para el camino y para la casa. El objetivo es crear parentesco ritual, hacerse hermanos.

Estos tipos de mecanismos sociales, económicos, rituales y lúdicos han sido claves en la resistencia del pueblo ngöbe ante la adversidad, porque definitivamente esta gente no recibió ningún apoyo del Estado para vivir con dignidad; más bien los recursos estaban destinados a las grandes ciudades y a los no-indígenas con poder. Se continuó con la estructura colonial aún cuando ya se había logrado la independencia. Así que los pueblos indígenas en el siglo XIX y siglo XX no tuvieron ninguna participación en las decisiones del Estado. Tuvieron que superar los entuertos y los desastres brutales con poca gente, recursos mínimos y con la creatividad propia que les daba su cultura.

¿Qué amenazas enfrentan hoy los ngöbe?

La gente tiene hoy una gran dependencia del Estado. El Estado es el que dice qué hacer, qué no hacer. Que sigan definiéndote el futuro es un serio riesgo para la sobrevivencia. En el concepto de Estado que dice “que somos todos los ciudadanos” los ngöbes son también el Estado, y tienen derecho a que se les dé oportunidades de acceso a bienes y servicios, para que potencialicen y desarrollen sus capacidades. Sin embargo, el Estado viene a significar un peligro ya que éste incursiona en sus territorios con otro tipo de intereses. No les importan los indígenas. Pareciera que uno tiene que decir que sí a todo lo que dicen porque si no uno se opone al “desarrollo” y a la legalidad misma del Estado. Si me agarran todos los ríos para producir electricidad tengo que quedarme callado, pues necesitamos electricidad día y noche. Pero resulta que esa electricidad es para un emporio o de una corporación que quiere venderla a todo Centroamérica. Son negocios que se realizan a costa de los recursos que pertenecen a la gente.

La educación es una paradoja. Decimos que ésta es un medio para la liberación, pero se torna en una amenaza para los pueblos indígenas, porque tienen que renunciar a lo que es importante para ellos y poder así sobrevivir materialmente. Tienen que renunciar a su idioma y a pensar como indígenas. Es un tipo de educación etnocida que aniquila todo lo que es diferente al sistema monocultural panameño.

Internamente, la no transmisión de conocimientos intergeneracional es una verdadera amenaza. La actual generación de jóvenes, por lo general, no quiere saber de conocimiento propio, se ríen de los viejos que cantan, por ignorancia. Esto es parte de la influencia negativa de la escuela que acelera los procesos de aculturación.

También otro problema entre los ngöbes es la violencia interna por el reacomodo de los marcos jurídicos en materia de administración de justicia. Se ha descontinuado la administración de justicia de manera consuetudinaria y tradicional, no hay jurisprudencias adecuadas de manera que los jueces puedan dictaminar un fallo. Por eso la gente vive como en un limbo de no administración de justicia. Esto crea una serie de angustias y de pleitos interminables en las comunidades sobre todo en materia agraria: uso, usufructo, traspasos, herencias de tierra. La falta de respuesta de los sistemas jurídicos es una amenaza para la convivencia interna de las comunidades.

¿Qué palabras darías al pueblo kuna sobre su papel en este momento de la historia panameña?

Los kunas tienen un proceso de vida diferente. La mitad de la gente vive en las Comarcas de Madungandi, Wargandi y Kuna Yala, y la otra mitad en contextos urbanos. Quiere decir que lo indígena no solamente es rural, selvático o insular, sino también urbano. Y se puede y se debe seguir siendo indígena de manera urbana. Cambia el contexto, cambian las relaciones y la manera de vivir y por eso hay que hacer un enorme esfuerzo por reinterpretar la vida. Yo diría que los kunas pueden echar una mano a los otros pueblos indígenas. Los kunas entenderían mucho mejor a los otros indígenas que la sociedad panameña o que los más avanzados inculturados no-indígenas. Yo echo de menos ese tipo de solidaridad entre pueblos tan cercanos. Ante tantos problemas que tienen los pueblos indígenas de otras zonas del país 50.000 kunas urbanos pondrían en jaque la ciudad en unas cuantas horas. Falta activar ese movimiento social para que los kunas tengan mayor incidencia aquí en la ciudad, donde se manejan los problemas.

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