jueves, 11 de septiembre de 2008

DE SALLENT A KUNA YALA






80 AÑOS DE ESPÍRITU CLARETIANO

Por Edgardo Guzmán, cmf.

Desde el 19 de septiembre de 1928 se viene encarnando nuestro carisma misionero en el corazón de un pueblo que tiene nombre propio. Al ir hojeando las primeras crónicas de la Misión, buscando los orígenes de las casas, palpando la historia que se ha venido escribiendo… me he sentido como “acariciando las raíces” de una “grande obra”.

Brota espontáneamente un profundo sentido de agradecimiento por el don de esta misión, por el pueblo, su gente, y los misioneros que han venido entregando sus vidas; cuyos testimonios nos interpelan y animan y nos dicen qué ha significado ser un Hijo del Corazón de María.

“Arder en caridad” ha consistido en ir aprendiendo a amar al pueblo kuna con su historia, su cultura, su idioma, su manera de relacionarse con Dios, sus luchas y su propia autodeterminación. Este amor al pueblo es el motor de esta misión y sin este fuego no se puede ser misionero al estilo de Jesús.

Somos precedidos por la opción, el riesgo y la donación de muchos claretianos (sacerdotes, hermanos, estudiantes) de distintos países, épocas, estilos de formación… que con su itinerancia y con la riqueza de su propia personalidad han “abrasado por donde han pasado”.

“Desear eficazmente y procurar por todos los medios encender al pueblo kuna en el fuego del divino amor” no ha sido una empresa fácil. Ya que no se trata de imponer, convertir, occidentalizar, sino, de dialogar, respetar, valorar, aprender, acompañar. Llegar a ésta comprensión ha sido fruto de muchos esfuerzos motivados por la pasión misionera y el servicio en misión compartida. Es desde esta clave desde donde mejor se comprende nuestra ser, actuar y significar.

Las impresionantes condiciones geográficas que nos rodean: el mar, los arrecifes, las islas, distancias, acceso a los medios de comunicación, a los productos de primera necesidad, etc. le dan a este puesto misionero un estilo arriesgado, valiente, de frontera. Donde se ha venido haciendo realidad cada elemento de la definición del misionero claretiano, “nada le arredra, se goza en la privaciones, aborda los trabajos, abraza los sacrificios, se complace en las calumnias, se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloria en la cruz de Jesucristo”.

La razón última de ser de cada claretiano es la de “seguir e imitar a Cristo en orar, trabajar, en sufrir”. Bien o mal, con sus aciertos y desaciertos, con sus fortalezas y debilidades, éstos 80 años son testigos de eso.

A las nuevas generaciones nos toca seguir andando, seguir haciendo camino. En el horizonte tenemos el “procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres” y mujeres, que es la vida digna y justa de nuestros pueblos y su cultura.



FECHAS SIGNIFICATIVAS DE LA MISIÓN

1928: El 19 de septiembre, junto con las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, llegaron a bordo del Motovelero “La Perla María” a la comunidad de Narganá, los primeros Misioneros Claretianos: P. Antonio Anglés, cmf y el P. José Berengueras, cmf.

1929: Se inician las obras de la escuela de Corazón de Jesús. Se elabora un resumen de lo principal del “Catecismo kuna” del padre Gassó, s.j. y se sacan dos ejemplares escritos a máquina. Se empieza a dar clases de violín y de piano; las que tienen mucha aceptación entre los kunas.

1930: Se hacen las primeras expediciones misioneras a Tupile, Río Tigre, Puerto Obaldía, Porvenir, Wichugwula y Nalunega. Inauguración de una escuela en Río Sidra. Nele Kantule e Inapakiña visitan la Misión en busca de profesores para sus islas.

1932: Nele Kantule habla con el P. Puig, cmf. sobre el tema de la educación.

1934: Se dan los primeros pasos para construir las capillas de El Porvenir y Puerto Obaldía. Se construyó un internado en Narganá y se arregla la finca. El obispo dispone imprimir un devocionario en kuna. Se puplican 250 ejemplares de los “Rudimentos de la gramática Karibe-Kuna” del P. José Berengueras, cmf.

1935: Se imprime el “Devocionario Karibe-Kuna”. El gobierno no renueva el contrato con la Misión.

1936: Se adquiere un trapiche para moler caña por B.55,00.

1937: Llega de “Propaganda Fide” el decreto por el que se crea la residencia de Narganá y se otorga el indulto apostólico requerido para las tierras de misión.

1938: Se da comienzo a las obras de la capilla de Corazón de Jesús. Los claretianos son invitados a dar misiones en Bocas del Toro.

1939: Bendición de la nueva capilla de Corazón de Jesús. Año de una gran sequía que afecta las labores de la finca y del internado.

1940: Se inicia la construcción de la capilla de Puerto Obaldía. Visita especial del Presidente de Panamá, Sr. Augusto Boyd a la Misión de Corazón de Jesús y Narganá.

1941: Inauguración del Club de Narganá. El P. Jesús Erice hace excursiones misioneras a las más remotas islas de la Comarca.

1942: Se continúa el trabajo de la dirección de las escuelas. El P. Jesús Erice celebra navidad en Tupile.

1943: Se celebra por primera vez en Tupile, después de 1909, la fiesta patronal en honor de San Ignacio de Loyola.

1944: El P. Jesús Erice viaja a Ustupu con el fin de conseguir del pueblo y del gran jefe Nele Kantule el poner bajo el patronato de la Virgen María a la sede y capital de San Blas, isla por la que se sienten cautivados los protestantes de Ailigandí. Nele Kantule no opuso resistencia y quedó aprobado que el patronato de Ustupu estaría a nombre de Santa María, cuya fiesta se establece el tercer domingo de septiembre. El P. Erice bautiza a Nele Kantule que estaba enfermo de gravedad; morirá el 3 de septiembre. Publicación del diccionario “Kuna-Karibe” del P. Manuel Puig, cmf.

1947: Se comienzan los trabajos agrícolas en la finca de Ustupu.

1948: El P. Manuel Puig, cmf. publica el libro “Los indios cunas de San Blas” en el que habla sobre su origen, tradiciones, costumbres, organización social, cultura y religión.

1951: Se empieza la construcción de la capilla de Tikantiki.

1952: Se erigió en Tupile la primera residencia misionera.

1953: La imagen de San Ignacio de Loyola es llevada por segunda vez a Tupile.

1954: Se inaugura la capilla de Mulatupu.

1955: Se inaugura la capilla de Playón Chico. Entra oficialmente la Misión Católica a Ustupu. Se levanta un monumento al Corazón de Jesús en la isla del mismo nombre.

1959: El 22 de diciembre se ordena sacerdote el primer Misionero Claretiano kuna, Juan José Davies Davies (Nikktikinya Ibelele).

1960: Se inicia la construcción de la casa de Ustupu, cuyas obras finalizarán en 1961.

1962: El 3 de enero a las 7:30 pm queda inaugurada la residencia misional de Ustupu.

1963: El P. Jesús Erice participa en el Congreso General en Ailigandí. Se inaugura la renombrada iglesia de Ustupu, de 30 metros de largo, 10,25 de ancho, 9.5 de alto, con una torre de 24 metros de altura. El P. Erice publica un catecismo en kuna titulado “Pab se naet igala”.

1969: La entonces Provincia de Castilla asume la Misión de Kuna Yala. El 22 de septiembre llega el P. Santiago Najarro, cmf. Se habilita la nueva casa de Mulatupu.

1970: La delegación de la Provincia de Castilla funda la casa de El Dorado.

1971: Se abre casa en Gardi Sugdup.

1974: Se inaugura el hospital de Mulatupu.

1975: Viendo la necesidad de acompañar a los kunas que emigran a la capital, se abren la Residencia Estudiantil Nele Kantule y la Secretaría Indígena. Es ordenado diácono Félix de Lama,cmf. el 29 de junio en Ustupu y de sacerdote el 31 de julio en Tupile.

1982: Hace su profesión perpetua el Hermano Fidelio Arias, cmf en Ustupu.

1985: Se crea el EMISKY. Se invita en Ustupu a un encuentro general de las CEB’s a varios sailas y argar dando como fruto los seminarios de la cultura que posteriormente los asumiría el Congreso General de la Cultura. El tema del encuentro fue “Liberación cristiana y liberación indígena”.

1986: Se comienza el proceso de elaboración de materiales para la catequesis, desde los valores propios de la cultura kuna.

1988: El Vicariato Apostólico de Darién se divide en dos zonas eclesiásticas: Diócesis de Colón-Kuna Yala y Vicariato Apostólico de Darién.

1990: El 10 de junio muere en Colón el P. Jesús Erice, cmf. Su cuerpo es trasladado a Tupile.

1994: Se integran las misiones centroamericanas en un solo organismo mayor. La Misión de Kuna Yala es asumida por los misioneros claretianos de C.A.

1996: Es ordenado diácono José Vidal Pérez, cmf. en Ukubseni.

1998: Es ordenado diácono Mario Morales, cmf. en Tupile.

2002: Es ordenado diácono Jeremías Lemus Lemus, cmf. en Tupile.

2007: Es ordenado diácono Luis Enrique Carías Castillo, cmf. en Tupile.


SER CLARETIANO HOY EN KUNA YALA

Por Freddy Gerardo Ramírez Bolaños, cmf.

En el próximo Capítulo General de la Congregación se planteará qué significa ser claretiano y cómo se puede vivir nuestra vocación misionera hoy. A 80 años de misión en la Comarca de Kuna Yala nos sentimos herederos de un estilo de misión que requiere constantemente de discernimiento y de renovación en fidelidad creativa. En efecto, toda la vida de los misioneros que han pasado y estamos por estas tierras y mares nos hemos visto confrontados en nuestra propia identidad carismática. Por ello, para ser claretiano en Kuna Yala ser requiere, fundamentalmente, el tomar la condición de siervos y vaciarse de uno mismo, según el paradigma de la encarnación cristiana, en el que la Palabra Viva toma cuerpo en la contingencia de la humanidad y sus culturas. Es decir, hacer realidad en nuestras biografías la consigna del Padre Claret “Mi espíritu es para todo el mundo”, pasando por la Fragua del mundo kuna.

Como seres humanos tendemos normalmente a afirmarnos hablando. Hablando de lo que sabemos, de lo que creemos, de lo que pensamos que sabemos. Y escuchamos sólo al que nos dice lo que queremos oír, al que piensa como nosotros. Se nos ha dicho muchas veces que somos la voz del pueblo, la voz de la Iglesia, comunicadores y servidores del Evangelio; olvidando aquel principio carismático que nuestra Congregación formula como ser “oyentes y servidores de la Palabra”. Es decir, podemos caer en la tentación centrar el servicio de la Palabra en ámbitos formales como son la Eucaristía o la Catequesis, donde la Palabra hablada ocupa el primer puesto. Sin embargo, nuestra identidad y servicio misionero en Kuna Yala se juega en la actitud básica de escucha en la relación con el mundo indígena. Mundo históricamente silenciado y visto con sospecha, incluso en nuestros días. Los misioneros cumplimos aquí un papel muy importante: ser “oídos” de la Congregación y de la Iglesia.

Ser “oídos” implica una escucha que parte del principio de ver al kuna como hermano y hermana, como persona a la vez igual y profundamente diferente de mí. Dar tiempo al tiempo, tratando de descubrir qué hay debajo de sus palabras, sus gestos y costumbres; leer el paso de Dios y la presencia del Espíritu en su historia, las heridas injustamente surcadas en su memoria, las luchas y reivindicaciones por el derecho a la libertad y a la autodeterminación. Abrir el corazón a la Palabra expresada con tanta elocuencia en el Babigala, en los cantos del Onmakednega. Ofrecer a la catolicidad cristiana el tesoro de la sabiduría y del conocimiento de Dios que posee este pueblo.

Por otra parte, nuestra identidad ineludible de ser “voz” implica una gran responsabilidad. La credibilidad del mensaje evangélico en el mundo kuna se plasma en una vida generosa y sin doblez. Nuestro ministerio ejercido en nombre de la Iglesia, debe ofrecer el espacio de diálogo, intercambio y enriquecimiento muto con la cosmovisión del pueblo. Y para ello, no hace falta únicamente buena voluntad sino, también, la necesaria formación para aprender la lengua kuna, estudiar la historia y las distintas simbologías religiosas; estar al tanto de la realidad comarcal; seguir suscitando en todos, especialmente en los jóvenes, el sentido de justicia; promover los medios de comunicación, en sintonía con la teología india y la causa de la Patria Grande.

En esta Latinoamérica, donde los indígenas toman cada vez más conciencia de su situación de opresión y, motivados por su profunda fe, se solidarizan y organizan en busca del respeto a sus derechos humanos básicos, los misioneros no somos únicamente compañeros de su caminar, sino, también, portavoces de sus deseos y esperanzas más profundas.

Como Hijos del Inmaculado Corazón de María tenemos en el Pueblo de Dios un carisma al servicio de la vida que ha de realizarse en comunidad, en misión compartida, con cordialidad y cercanía. Los claretianos en Kuna Yala deben:

Ponerse en camino, como María, al encuentro de las necesidades más apremiantes de la misión.
Ser audaces servidores del Reino, puestos los ojos y el corazón en los signos de los tiempos, de las personas y los lugares.
Ser intrépidos seguidores de Jesús hasta las últimas consecuencias.
Y ser animadores de la esperanza y creadores de auténticas comunidades regidas por el Espíritu.

La misión exige este carácter. Esto es lo que espera la Congregación y las pequeñas comunidades con rostro indígena kuna que acompañamos.